No es un problema personal mental respecto al sexo. Los acosadores, maltratadotes y agresores sexuales no son enfermos. Son hijos sanos del patriarcado ejerciendo su poder.
Respondiendo al comunicado de Rudas Madrid Norte emitido al respecto de Manel.
Manel es un hijo sano del patriarcado que ha hecho uso de su (ilegítimo) poder sobre una serie de mujeres. Un cierto uso ilegítimo de un cierto ilegítimo poder. Poder sexual. Abuso. En un ambiente sexual. ¿Social? Claro, entendiendo que la sexualidad atraviesa el ámbito de lo social, como del político, en la medida en que no se puede entender la vida humana descontextualizando política, sociedad y sexualidad.
Siempre es motivo de alegría y orgullo que haya compañerxs que denuncien públicamente con valentía situaciones de conflicto, de abuso, de incoherencia, de injusticia, de verticalidad; problemáticas que nos afectan a todxs sin excepción. En nombre de quienes se atreven a hablar y de quienes aún no han encontrado las fuerzas o la manera (o el espacio, o la voz, o las herramientas, o los oídos dispuestos).
No se trata sólo de entender que las mujeres no somos entes cosificables y manipulables. Por supuesto que no lo somos: nadie lo es. Reducir toda una lucha a estos términos puede ser un buen comienzo para quien todavía no lo tenga claro, pero no es suficiente. Una vez se entiende que las mujeres no son cosas queda todo lo demás. Por parte de los hombres que comparten espacio(s) con nosotras, y por nuestra parte, indisolublemente. Tú no me vas a tratar como a una cosa, y yo no me voy a dejar cosificar.
¿Cuándo y quién decide que un hombre que ha abusado de su poder patriarcal ha entendido la gravedad de lo que ha hecho y está trabajando para cambiarlo? ¿Qué debe cambiar exactamente? ¿Cuál es el siguiente paso?
Aquí, lo que Manel dice al respecto de su trabajarse actual:
La mejor forma de empezar esto es pidiendo perdón, tanto por mis agresiones como por mis actitudes machistas.
Con el comunicado me excusé en que tenía un problema con el sexo, no quería admitir que era un hijo sano del patriarcado, tenía mis medallitas feministas, ¡era un «aliado feminista«!
Mi primera psicóloga postcomunicado me hizo darme cuenta que no, que no tenía ningún problema con el sexo, que era solo una excusa. Tan solo fue una sesión debido a que es una trabajadora de la SS y ya tods sabemos cómo funciona la sanidad pública española.
La segunda era una mujer mayor con una nula conciencia feminista a la cual conocí a través de Madrid Salud. Las sesiones eran inútiles, se basaban en discutir si mis actos habían sido machistas o no, para ella nada de lo que hice era machista.
Ahora estoy con un hombre que trabaja en una asociación de mujeres maltratadas, tanto con agresores como con víctimas de machismo.
A este hombre lo conocí a través de la mujer que me imparte el taller de «Tejiendo Igualdad» cada miércoles desde hace ±3meses.
Asistí a un taller de grupos de hombres con perspectiva feminista y me incitó mucho a formar un grupo similar en el cual trabajar nuestra masculinidad y deconstruirnos. Todavía sigo queriendo crear un grupo de hombres pero no he conseguido a hombres de mi entorno para hacerlo.
A todo esto añadir el apoyo de la gente de mi entorno la cual me ayuda en mi trabajo, mediante diálogo y compartiendo información.
Hemos creído importante responder a este comunicado, que es un llamamiento a la sororidad, y nos ha parecido igualmente importante dedicar un tiempo a trabajar en ello, aprendiendo por el camino y llegando a algunas conclusiones que queremos compartir con todxs, para nuestro enriquecimiento personal, para continuar con el camino de la lucha activa, y para evitar situaciones de abuso en el futuro.
Resaltamos de los comunicados y las experiencias de las compañeras agredidas varios puntos importantes.
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La verdad es que él en esta época era perfectamente consciente de su “obsesión con el sexo”.
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Yo no lo veía como algo tóxico, incluso yo creía que era un poco “mojigata” por negarme tantísimo.
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Le dices que sólo notas de audio porque no te sientes a gusto con tu cuerpo en estos momentos, aunque esto último no se lo dices directamente.
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Nunca me atreví a decírselo (que le hacía sentir como “las putas mierdas”) o a decirle que no, simplemente le dejaba de responder porque él era insistente, a lo que alguna vez he llegado a sentirme como que le debía algo: sexo, imágenes…
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¿Cosificación? No creo. Es aún peor… Si hubiera sido así no habría necesitado jugar con mujeres, creo que el morbo lo encontraba en jugar con mujeres y manejarlas a ellas de verdad, ahí estaba el final de su paja.
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Me gustaba mucho y eso me supuso unas inseguridades horribles, porque él jamás me demostraba su amor y cariño. Era el prototipo de macho incapaz de demostrar sus sentimientos.
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En la relación siempre me sentí insegura, con miedo a perderle.
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La palabra “consentimiento” era inexistente.
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He cedido a follar con él por ansiar ese pequeño momento de confianza y apego post-coito.
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Mi historia fue terriblemente invisibilizada dentro del movimiento.
Ya sabemos que no es una mera obsesión con el sexo sino un problema estructural que emana directamente del aparato del patriarcado. No son asuntos separados: el patriarcado propone una sexualidad contaminada, unilateral, basada netamente en el placer –masculino-, que no contempla lo afectivo, lo comunicativo, lo femenino. Es una sexualidad obsesiva por defecto. En este marco, es difícil reconocer una sexualidad “sana”, pues parece que lo sano es precisamente lo anterior. Hablar de una “obsesión con el sexo” minimiza un problema más grande: nuestra forma de tratar las sexualidades diversas. Todas podemos reconocer en nosotras alguna clase de obsesión con el sexo, que puede ir desde estar obsesionadas con una parte o varias de nuestro cuerpo, hasta ser sólo capaces de alcanzar placer mediante unas determinadas prácticas. El espectro de la obsesión es muy amplio, y no se puede reducir al culto a la polla. Es mucho más.
Nos educan para ser mojigatas y putas, todo un poco, todo a la vez. Pero ninguna queremos ser ni mojigata ni puta, porque se ha convertido en una forma de insultar, ofender y manipular a las mujeres según su comportamiento sexual, que parece ser público. No sólo estamos cosificadas: somos referencias públicas en la esfera de lo público, teniendo que contentar al público –masculino- mientras, además, nos mostramos “para todos los públicos”. Lo que se espera de nosotras es que seamos putas en la cama –con ellos- y discretas –y sexys- en la calle, esa calle que no es nuestra, ese espacio que no nos pertenece y en el que no podemos crecer, ni desarrollarnos, ni sencillamente ocuparlo despreocupadamente.
Cuando el modelo de relaciones que se nos presenta es, de base, un modelo desigual y vertical, no sabemos reconocer dónde empieza lo tóxico, dónde acaba lo “normal”, lo aceptable. Dónde poner los límites. “Negarse demasiado”, como si hubiera una línea que marca la diferencia entre lo que una mujer puede decidir hacer o no hacer con su cuerpo y la mojigatería; como si la mojigatería –el sencillo no querer follar /ahora/ contigo/– fuera un valor negativo. Como si no tuviéramos derecho a más de cierta cantidad de “noes”.
Nos impiden sentirnos a gusto con nuestros cuerpos, porque no nos pertenecen. Nos los expropian, porque no son para nosotras, sino para ellos, para su consumo, recreación y éxtasis. No se nos habla de auto placer, de auto conocimiento, de auto exploración, de querernos. Y cuando no nos sentimos a gusto con nuestro cuerpo, o con una parte concreta de él, o con muchas, o con lo que opinan otrxs de él –porque la gente opina, ¡vaya si opina!- o cómo opina, no sabemos qué hacer. ¿Es normal? ¿Nos pasa a todas? ¿Odiamos todas alguna parte de nosotras mismas? ¿Se trata de poner límites en el punto exacto en que nos da vergüenza esa parte de nuestra carne, de nuestra fisonomía, de nuestro ser? Y con todo ello… ¿cómo explicarle a alguien que no sabe de qué se trata este avergonzarse de una misma que nos da vergüenza hablar de nuestra vergüenza…?
Atreverse a decir NO. Sin más explicaciones, sin más motivos, sin más justificaciones: sencillamente NO. Ése es nuestro trabajo personal y sororo: comprendernos libres para decir sí, para decir no, para no decir nada, para decirlo todo, y libres para que nos respeten, haciéndonos respetar. Es duro de decir y de entender, pero el tener que atreverse, encontrar la valentía, las fuerzas, para decir no, implica una segunda parte en este esquema: hay que explicar por qué no, pues con el no, por lo visto, no basta. Por eso hay que encontrar fuerzas para lidiar con el hecho de que, si me importas, voy a tener que explicarte muchas cosas que no te interesan, con el objetivo de que me respetes, o me dejes en paz. Porque no eres capaz de asumir que NO significa NO. Y yo no estoy asumiendo que eso, tal vez, signifique que no te quiero cerca de mí. Cerca de mi espacio de seguridad, que ya no sé cuál es, porque no tengo tiempo de pensar en ello; estoy muy ocupada explicándote por qué no.
Nos hacen sentir que les debemos algo. ¿A quiénes? ¿A todos?
Porque te provocamos con nuestras ropas y nuestras miradas, porque te hacemos creer que vamos a cumplir con tus expectativas, porque no somos suficientemente claras, porque primero parece que sí y luego que no. Porque somos sexys, porque estamos a tu alrededor, porque tenemos una risa preciosa, porque estamos solas, porque te llamamos la atención, porque somos frágiles, porque existimos; porque te apetecemos. Te debemos una explicación por todo esto. ¿Acaso no nos levantamos cada mañana pensando en cómo seducir o no seducir a cada uno de los hombres con que nos vamos a encontrar a lo largo del día? ¿Acaso no sabemos perfectamente que si te miramos te estamos diciendo que te acerques a cazarnos? ¿Acaso no somos conscientes de que si estamos ahí, si pasamos por ahí, si vamos a ese lugar, si estamos presentes, te estamos invitando a venir a por nosotras? ¿Es que no nos damos cuenta de que no hacemos otra cosa que provocaros con nuestro existir? Que os debemos algo… Nos debemos una reacción proporcional a vuestras acciones. Nos debemos la valentía de deciros lo que pensamos y la valentía de recibir vuestros “no seas exagerada”, “no te lo tomes a mal, sólo era una broma”, “no te/me rayes, estamos de fiesta”, “no te pongas así, que no lo decía a malas”… A vosotros no. No os debemos nada. A nosotras, todo lo que nos ha sido arrebatado. Y no es algo que haya que explicaros a vosotros: es algo que tenemos que recordar todas nosotras.
Mientras tanto, el prototipo de macho, incapaz de mostrar sus sentimientos, tiene su propia lucha, de la que no es consciente. Su problema con el patriarcado tiene muchos tentáculos. Uno de ellos, el principal, es hacerse consciente de que tiene que dejarnos en paz. Otro de ellos es dejarse en paz a sí mismo y otorgarse la posibilidad de sentir y expresar lo que siente. Pero ése no es nuestro problema, sino el suyo. Nuestro problema –uno de ellos- tal vez sea que olvidamos que no sólo no es tarea nuestra, sino que, además, no justifica nada. ¿Eres incapaz de mostrar tus sentimientos hacia el exterior y, por tanto, hacia mí también? Pues ve a trabajártelo y luego hablamos, si eso. O igual no. Pero te tiene que dar igual, porque tú quieres deconstruir tu masculinidad en tanto que para ti es terrible cargar con todo ello y ser el opresor que, además, se oprime a sí mismo. ¿O te estás intentando volver feminista para follar más? No, ¿verdad? Mi seguridad en mí misma no tiene que ver con cuánto demuestres tú tus sentimientos. Tu seguridad en ti mismo tampoco puede depender de mí.
Vamos a ver si entre todas conseguimos sentirnos mejor con nosotras mismas y, por supuesto, entre nosotras todas, unas con otras, unas hacia otras. No necesitamos seguridad en ellos o con ellos; no necesitamos momentos de apego, con o sin sexo mediante, para sentirnos bien con nosotras mismas, seguras o fuertes. No necesitamos que nos comprendan y nos apoyen para estar decididas y seguir con nuestra lucha. Lo estamos haciendo, con o sin vosotros, y vosotros tenéis vuestra propia parte en todo esto. No olvidemos, entonces, la nuestra. La gran mayoría de las mujeres que conocemos tiene una historia –o varias- de abuso, de maltrato, de vejaciones, de inseguridades, de relaciones opresoras; casi todas nos hemos visto a nosotras mismas follando sin querer follar y sin darnos cuenta de qué estaba pasando, realizando actividades que no nos apetecían, cediendo a exigencias y sintiéndonos mal, muy mal, sin saber bien por qué. No estamos aquí para cuestionar ninguna de ellas, ni para invisibilizarlas, ni para echar tierra encima. Cada una de estas historias es válida e importante, y a cada una de nosotras nos ayuda a crecer, a replantearnos, a repensarnos, a recordar cosas olvidadas y darles la importancia que nunca les dimos. Nos dan la fuerza que necesitamos para denunciar todo lo que aún no hemos denunciado y para señalar lo que antes no veíamos o no podíamos señalar. Nos recuerda que nos pasa a todas y que no estamos solas; y que si nos pasa a todas es por algo. Ese algo son ellos, y ese ellos tiene que desaparecer tal como lo entendemos. Ese ellos que abusan y someten y oprimen y nos hacen sentir tan mal. Pero el sentirnos solas… eso ya no más. Eso es cosa nuestra. Recordar que no, no estamos solas. Y para ello hay que señalar cada vez que sucede algo que lxs demás no vemos.
Gracias a las compañeras que han tenido la fuerza de mostrarse y sacar lo que llevaban dentro. Hace falta mucha valentía para romper con esas manos invisibles alrededor de nuestros cuerpos, que nos callan, nos invisibilizan y nos alejan. Ahora nos queda todo lo demás. El paso siguiente.
Nos queda plantearnos por qué en nuestras calles, en nuestros centros sociales, en nuestros espacios públicos –y privados- campan a sus anchas tipos que no tienen denuncias ni comunicados y se han auto condecorado con la chapita feminista; por qué aquél que se sienta a mi lado y olvida el hecho de que yo también estoy ahí, ocupando un espacio, y me echa, no es señalado; por qué no es señalado aquél que llega a un espacio politizado y se pasea sin camiseta antes siquiera de saludar; por qué no es señalado aquél a quien le hago notar que me está molestando, invisibilizando, tapando, callando, ofendiendo, y me contesta que “no, no es una actitud machista, te estás confundiendo”; por qué no es señalado aquél que maltrató a nuestras amigas en el silencio cómplice; por qué no es señalado el cómplice del maltratador; por qué no es señalado el que no ha respetado un espacio no-mixto; por qué no es señalado el que, antes de entrar en nuestro espacio feminista, venía explicando lo que le haría a esa chica que acaba de pasar; por qué no es señalado el que me ha llamado “feminazi”; por qué no es señalado el que grita tan alto, habla por encima de las mujeres a su alrededor, interrumpe a todas sus discursos, se mueve por el espacio como si fuera suyo enteramente, baila como si nosotras no quisiéramos bailar; por qué no es señalado el que dice “si yo soy feminista, cómo vas a llamarme machista, ¿machista yo?”; por qué no es señalado el que quiere explicárnoslo todo a toda costa, ¡incluso cuál es la lucha del feminismo y cómo llevarla a cabo! Por qué no se señala a cada uno de los machirulos. Por qué no se arma un escándalo cada vez que uno de ellos apela a que “hay muchas novias que pegan a sus novios”, “hay un montón de denuncias falsas”, “tampoco hay que dramatizar”. Por qué no se señala cada pequeño –o no tan pequeño- abuso a nuestro alrededor, cada invasión de nuestro espacio, cada silenciar nuestras voces, cada demostración de privilegios, cada cagada machista, cada tufo a machirulo.
Adjunto partes seleccionadas de un fanzine que estamos traduciendo al castellano: Learning Good Consent (se puede leer el original en http://www.phillyspissed.net/sites/default/files/learning%20good%20consent2.pdf).
<<Puedes pedir mi consentimiento, y estar dispuestx a oir sí y no, puede que de verdad estés comprometido y presente, pero si estoy demasiado dañadx para estar a tu lado, para estar en mi propio cuerpo con mis reacciones y sentimientos, ¿Donde quedo yo? Cuando pienso en responsabilidad pienso en todas las maneras en las que aprendí a dejarme llevar, a hacer las cosas fáciles y a no hacerme notar (make waves). Hay un montón de momentos en los que me es más fácil no decir nada, no tener que alzar mi voz o definirme para ti. Así puedo esconderme en la nebulosidad. Da menos miedo no decir nada y recoger mis pedazos que decir no y tener que descubrir donde yo empiezo y tú terminas. Me pierdo en los lugares turbios que hay entre nosotros y eso ni es amor ni es responsabilidad. Para mi la responsabilidad es mostrarme/estar(showing up) enterx, es estar suficientemente presente y valiente para estar en algun sitio con alguien en lugar de esconderme en mis propias inseguridades, miedo y otras mierdas internalizadas. Quiero hacerlo algo mejor que esconderme. Sé que puedo hacer algo mejor que estar/mostrarme a medias. Siendo alguien que en su mayoría tiene sexo con otra gente socializada como chicas, la comunicación en torno al consentimiento en mi vida y comunidades es diferente a como se me enseñó al crecer. Para mí, ser homosexual ha significado un cambio en como entiendo mi rol en las relaciones sexuales. Cuando era más joven no era tanto una parte activa en la relación sexual sino más bien un árbitro. Nunca dije “Tócame aquí”; o “Me gusta así”; simplemente dejaba a cualquiera que fuese el chico con el que me estaba besando hacer lo que quiera que considerase sexy, y mi trabajo era asegurarme de que nunca se pasaran de la (mi) raya. Yo era una guardameta, siempre vigilando la parte de mi misma que sintiese más vulnerable. En general, cuando ya estaba dispuesta a usar mi voz, estábamos ya varios pasos más adelante de donde realmente quería estar. Esperaba a que la balanza se inclinase hacia el otro lado, hasta que el lugar sexual al que fuésemos diese más miedo que decir “Para”. Cuando pienso estas interacciones me lleno de pensamientos contradictorios. Pienso que algunas de estas experiencias se pueden tildar de coactivas y estoy luchando constantemente con el lenguaje. Hay momentos en los que la responsabilidad parece embrollada. Creo que los chicos con los que tuve interacciones sexuales lo hicieron lo mejor que podían. Creo que querían tener sexo mutuamente placentero y que querían lo mejor para mí. Para mí no es una respuesta válida calificarlos de idiotas o “responsables del mal” a los que así puedo demonizar. Creo que los hombres con los que tuve sexo tenían muy poca maña y unas expectativas muy jodidas y que no sabían como hacerlo mejor, lo que no significa que no deban ser responsables por sus acciones pero tampoco deberían ser demonizados por ellas. Hacer a la gente malvada nos deshumaniza a todas>>.
“AHORA NO” SIGNIFICA NO
“TENGO NOVIX” SIGNIFICA NO
“QUIZA MÁS TARDE” SGNIFICA NO
“NO, GRACIAS” SIGNIFICA NO
“NO ERES MI TIPO” SIGNIFICA NO
“QUE TE PIRES” SIGNIFICA NO
“PREFERIRÍA ESTAR SOLX AHORA” SIGNIFICA NO
“NO ME TOQUES” SIGNIFICA NO
“DE VERDAD ME GUSTAS, PERO…” SIGNIFICA NO
“MEJOR VAMOS A DORMIR” SIGNIFICA NO
“NO ESTOY SEGURX” SIGNIFICA NO
HAS/HE BEBIDO SIGNIFICA NO
EL SILENCIO SIGNIFICA NO